
Los terribles 2 años y los por qué infinitos
Los terribles 2 años de Ragnar me han pillado por sorpresa y eso que ya los cumplió hace meses.
Llegó la aDOSlescencia
Desde hace unos meses el «tranquilo» Ragnar ha comenzado la mutación aDOSlescéntica y ahora está en su pleno apogeo. Pensé que nadie podría superar a SB, pero este pequeño Hooligan vikingo lo ha conseguido. La verdad es que nos partimos de risa a la vez que nos desespera, sobretodo por las noches que le da por correr por todo el salón, subirse al sofá por el respaldo, saltar a la mesita, así en bucle durante más de media hora. No sé la de veces que le repetimos que pare, pero le da la risa y lo hace más deprisa todavía. Al final lo dejamos por imposible…
Desde que aprendió a decir «ezo no guta» lo usa para todo, tiene que elegir su propia ropa, su desayuno, hacerlo todo solo, si le dices algo no le cuadra, chilla. Aprendió pronto a hablar, pero hay palabras que todavía no pronuncia bien, así que cuando no le entiendes a la primera, a la segunda ya te lo dice a grito pelao. Por esa razón y muchas otras, se pasa el día enfadado con los brazos cruzados en modo enanito gruñón.
A veces es muy frustrante porque ya no sé como sobrellevarlo y me supera. Pero en otras ocasiones desata su encanto más embaucador y se me cae la baba, porque es cabezota y cuadriculado, pero sabe muy bien como camelarse a su madre…
La etapa de los por qué
Por si lo de antes no fuera suficiente, su enorme curiosidad se ha unido al juego. Po qué mamá, ezo po qué y po qué? Así hasta el infinito. Con SB no lo vivimos, o al menos no lo recuerdo así de exagerado, pero Ragnar lo pregunta TODO. Me parece muy bien que quiera aprender y saber el porqué de las cosas, sé que es algo muy bueno, beneficioso para él, pero extremadamente cansado para los padres.
Cada vez que pregunta por algo, le respondemos, le explicamos lo que quiere saber, pero al segundo vuelve a preguntar por lo mismo y repetimos la operación. La cuestión es que a la tercera pregunta ya lo toma como un juego y lo repite constantemente. Ahí no sé si hacemos bien o mal, pero no le seguimos el rollo e intentamos distraerle con otra cosa, pero él sigue y sigue… Y en ese punto es cuando empleo la temida frase de madre «por que lo digo yo y punto». Jamás pensé que repetiría lo que más odiaba oír cuando era pequeña, pero lo estoy haciendo tal cual, frase a frase.
¿Vuestros hijos también son unos extenuantes preguntones?